DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA

El sábado ¿Debe guardar el cristiano?

“Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no harás en el obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposo en el séptimo día; por tanto Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.”
—Éxodo 20:8-10

EL ARTICULO ANTERIOR nos ayudó a comprender entre otras cosas que:

— La ley de Dios es el amor.

— Cuando creó el universo, el infundió esa ley en sus criaturas.

— Posteriormente, y debido a las transgresiones de Israel, Dios añadió otra ley [los diez mandamientos], a fin de que el pecado abundara y fuese conocido por Israel.

— Jesús, quien estaba sujeto a la ley de amor, nació judío con el fin de cumplir todo lo prescrito en la ley de Moisés y así lograr que la gente lo reconociese como el inmaculado y perfecto Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

— El resto de la humanidad nunca estuvo bajo la ley mosaica.

— Los cristianos ungidos que han sido llamados para ser hijos de Dios están no bajo la ley de Moisés sino bajo la ley del amor.

Los apóstoles al principio no comprendieron el significado de la nueva dispensación que se había iniciado. Pasaría mucho tiempo antes de que ellos se dieran cuenta que la muerte de Jesús puso fin a la división entre judíos y gentiles. Así, a pesar de que varios de los apóstoles habían dado pruebas fehacientes de que Dios estaba llamando a los gentiles, algunos de ellos seguían causando problemas, por medio de sugerir que la ley de Moisés debía ser observada por los nuevos conversos de las naciones.

Uno de los mandamientos de esa ley ordenaba a Israel guardar un día de reposo para Dios. Al principio los de esa nación lo observaron por medio de abstenerse de realizar labor alguna. Sin embargo con el tiempo, ese día se convirtió también en uno de meditación y estudio de la Escrituras, especialmente en las sinagogas. No era raro pues encontrar a los cristianos predicando a las sinagogas los sábados.

El apóstol Pablo, quien era un conocedor de la ley, guardó silencio respecto a la observancia de un día de reposo a Dios. Por el contrario, el enseñó que los cristianos no estaban bajo ley sino bajo gracia, y claramente llamo la atención a ese hecho cuando escribió lo siguiente: “Que ningún hombre, por lo tanto, los juzgue en cuanto a comida, o respecto a bebida o respecto a día santo o luna nueva o sábado, los cuales son una sombra de cosas por venir, pero el cuerpo es de Cristo.”—Colosenses 2:12,16

Este apóstol quiso que la iglesia tuviera presente que las diferentes ordenanzas respecto a guardar días, fiestas, o tiempos fueron parte del antiguo pacto que Dios estableció con Israel, y habían sido meras sombras de cosas mejores por venir. Así, mientras que para el Israel de la antigüedad aquellos mandamientos y regulaciones fueron una palpable realidad, para los cristianos ellas fueron solamente sombras de mejores cosas futuras. Así pues, el hecho de que los cristianos asistieran a las sinagogas en días sábados no debe ser interpretado como que ellos estaban guardando el día de reposo. ¡No! ¡Todo lo contrario! Ellos estaban allí para predicar.

DEL SÁBADO AL DOMINGO

Dos siglos después de la muerte del último de los apóstoles, el emperador romano Constantino decretó que el primer día de la semana [el domingo] fuese reservado para fines religiosos, y no se trabajase, provocando con ello cierta confusión.

Parece sin embargo, que la observancia del primer día de la semana como el día del Señor tuvo su comienzo desde mucho tiempo antes. El solo hecho de que Jesús hubiese resucitado un primer día de la semana debió hacer pensar a muchos que aquel debería ser el día sagrado cristiano.

Al fin y al cabo, ¿no fue acaso el primer día de la semana que Jesús fue visto por dos de sus discípulos camino a Emaús? ¿Acaso no ocurrió lo mismo con las dos Marías y los demás apóstoles? ¿No es cierto que estos tuvieron que esperar toda una semana para que él se les apareciera nuevamente? Hasta donde sabemos casi todas apariciones del Señor tuvieron lugar el primer día de la semana. No es de sorprenderse pues que los cristianos empezaron a reunirse el primer día de cada semana y a identificarlo como el día del Señor Ese día sirvió para conmemorar varias cosas, entre ellas la “partición del pan”, “cuando sus ojos fueron abiertos” y reconocieron a Jesús resucitado. (Lucas 24:30,35,41-43) De acuerdo a la Escritura este “partir el pan”, fue una ocasión de alegría y gozo durante la cual no se conmemoraba la muerte de Jesús, sino su resurrección. Ese pan “partido” ya no representaba su cuerpo como en el caso de la última cena. Esta vez ese pan representó la verdad de su palabra, la misma que el compartió con ellos y por medio de la cual ellos fueron “alimentados”. Esas reuniones promovidas por los cristianos del primer siglo el primer día de cada semana fueron ocasiones de gozo, regocijo, y gratitud por la nueva dispensación que la resurrección de Jesús había traído.

Fue especialmente a partir de la destrucción de Jerusalén y la diáspora judía que la observancia del séptimo día como un día de reposo fue desapareciendo para finalmente quedar inmersa en la celebración del “día del Señor”.

SITUACIÓN ACTUAL

Así como algunos cristianos creen que debemos de guardar el séptimo día de la semana para Dios, al estilo del sábado judío, del mismo modo otros muchos creen que debemos de conmemorar el “día del Señor” cada primer día de las semana o domingo. Sin embargo, bien cabe el preguntarnos, ¿Deben los cristianos guardar un día a la semana para Dios?

Muchos de los mandamientos que Dios dio a su pueblo en el pasado fueron buenos y ventajosos. Por ejemplo, el mandato de abstenerse de comer de ciertos animales tuvo su razón de ser, pues la ciencia médica moderna ha confirmado cuán dañinas a la salud humana son las carnes de ciertos animales. Así, a pesar de no estar bajo tal ley, bien hacemos en obedecer algunos de sus preceptos.

Del mismo modo la observancia de un día de reposo a la semana significo más que un día de meditación y estudio de la Palabra de Dios. Con el tiempo resultó ser un día conveniente para la reunión familiar. Parece que aun para los animales el descanso de un día a la semana resulta ser algo muy beneficioso.

EL SÁBADO FUE UNA SOMBRA O TIPO

El mandamiento de la ley de Dios que contempló la observancia del sábado o día de reposo dice así: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajaras, y harás toda tu obra; más el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tu, ni ti hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y toda las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó”.—Éxodo 20:8-11

Ya antes de la dación de este mandamiento a través de Moisés, Jehová le había dado a conocer a Israel algo respecto a su contenido. Poco tiempo después de haber dejado Egipto, y cuando se hallaban en medio del desierto Moisés les dijo: “Esto es lo que ha dicho Jehová; mañana es el santo día de reposo, el reposo consagrado a Jehová, lo que habéis de cocer, cocedlo hoy, y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare, guardadlo para mañana.”—Éxodo 16:23

A través de este primer mandato de parte de Dios Israel tuvo su primera experiencia en relación a la observancia de un día consagrado a Jehová. Este mandato no fue dado a Adán y Eva, como tampoco lo fue a los descendientes de ellos como Moisés, Noé y Abraham. La primera vez que la Biblia usa la palabra reposo o sábado la hallamos en el relato de la creación, en el Génesis.

Cuando Dios mandó a Israel a que trabajase e hiciera toda su labor en seis días y se acordase del séptimo para santificarlo fue porque él también “en seis días hizo los cielos y la tierra, el mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó el séptimo día”.—Éxodo 20:8-11.

Dios asoció el día de reposo de su pueblo con el suyo propio, aquel “descanso” que tuvo lugar después de haber creado los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que ellos hay. Esto nos lleva a pensar que cualquiera fuese el beneficio que hubiese de obtener Israel por cumplir con este mandato, debió de existir una lección típica para nosotros, parecida a las que encontramos en otras reglamentaciones que Dios dio a ese pueblo. Si esto no fuese así, en la Escritura no dijese lo siguiente:

“Por que puesto que la ley tiene una sombra de las buenas cosas por venir, pero no la sustancia misma de las cosas, nunca pueden los hombres con los mismos sacrificios que ofrecen año a año hacer perfectos a los que se acercan”.—Hebreos 10:1

Bajo la ley de Moisés no solo el séptimo día fue importante. También lo fueron el séptimo mes y el séptimo año. El sábado fue el día de descanso después de seis días de labor. En el séptimo mes los israelitas debían de hacer expiación a fin de descansar de sus pecados, mientras el séptimo año era aquel en el cual ellos disfrutaban de una liberación del cautiverio y la servidumbre.

Adicionalmente, cada cuarenta y nueve años (7 x 7 = 49) tenía lugar un año jubilar durante el cual todas las deudas y obligaciones eran declaradas nulas. Desde este punto de vista el jubileo fue un tipo o modelo del reino milenial de Cristo durante el cual tendrá lugar una “restitución de todas las cosas que Dios habló por boca de sus profetas.”—Hechos 3:19-21

EL SÁBADO PARA EL CRISTIANO

¿Cual es el significado antitípico que la observancia del día de reposo sabático dado a Israel ha legado a los cristianos de hoy? Para la respuesta a esta pregunta dirijamos nuestra atención a las palabras del apóstol que más conoció acerca de la ley. Nos referimos al apóstol Pablo, quien fue un maestro de la misma. El nos dice: “Temamos, pues no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado… Pero los que hemos creído entramos en el reposo (guardar el sábado),… Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia,… Por tanto queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. — Hebreos 4:1-11.

Este pasaje de la escritura nos dice que:

(1) Quienes han aceptado al Seor Jesucristo y se han consagrado a él tienen el privilegio de entrar en el reposo de Dios, y disfrutar de su antitípico sábado de descanso, en la fe.

(2) Para permanecer en ese descanso y asegurar la entrada en el eterno descanso sabático que “queda para el pueblo de Dios” [el reino milenial], será necesario el permanecer en el favor de Dios por medio de continuamente obedecerle y serle fieles.

No necesitamos saber con precisión cuándo fue que entramos en el descanso de la fe y de la paz en Dios. Sin embargo, ella empezó, que duda cabe, cuando aceptamos al Señor Jesucristo como el Sumo Sacerdote que murió por nuestros pecados, así como cuando nos sometimos voluntariamente a su guía para andar por el sendero estrecho camino al reino. Fue a partir de ese momento que empezamos a descansar de nuestras obras de autojustificación.

Hemos visto que Dios descansó de su obra creativa cuando creó al hombre a su propia imagen y semejanza. Desde entonces el pecado y la muerte han reinado sobre la humanidad. ¿Por qué no ha intervenido Dios todavía para ponerles fin? ¿Por qué no ha sido atado y destruido Satanás? En primer lugar, porque esa tarea a sido encomendada a su Hijo, el Ungido Jesús. En segundo lugar, porque ella deberá ser llevada acabo solo al debido tiempo de Dios. Dios esta en su reposo o descanso sabático, esperando a que el Mesías cumpla con su tarea encomendada. ¿Cómo entramos en el descanso de Jehová? Cuando vemos en Cristo Jesús al Ungido de Jehová que ha sido investido con autoridad y poder para llevar acabo el mandato de su Padre. Claramente se ve cuando nuestro descanso empezó. Demos un vistazo al pasado para comprender mejor lo que atañe a nuestra entrada en el reposo o sábado de Dios, como miembros de la iglesia de Cristo.

Los apóstoles de Jesús tuvieron el privilegio de desfrutar del descanso sabático de Dios mientras el maestro de Galilea permaneció a su lado. Se puede decir que durante todo ese tiempo ellos se regocijaron por la presencia del “novio” [Jesús]. Sin embargo, cuando el Maestro de Galilea murió todo fue distinto. Su muerte no solo puso fin a las esperanzas de liberación para Israel, sino que también afectó el sosiego, gozo y paz de que habían disfrutado hasta ese momento sus discípulos. Solo fue después de su resurrección que sus dudas y temores empezaron a dar paso otra vez al júbilo. Sin embargo, su gozo y paz interiores nunca llegaron a ser los mismos.

Ellos estaban perplejos; no era para menos. No se podían explicar la serie de eventos desconcertantes que habían tenido lugar en tan corto tiempo. Sin embargo, ellos obedecieron prontamente a Jesús cuando dijo que debían esperar en Jerusalén cuando fuesen investidos con poder.

¿Cuánto tiempo duró esa espera? La respuesta no se deja esperar. Ellos esperaron por cuarenta y nueve días (7 x 7 = 49). El día siguiente, el quincuagésimo, el día sabático del jubileo Dios cumplió con su gran promesa otorgándoles a aquellos que habían aceptado a Jesús el privilegio de entrar en su descanso, en el antitípico Sábado de la nueva creación. Ellos entraron en su descanso por medio de recibir la bendición del Pentecostés. En dicha ocasión se les informó que debido a que el sacrificio de Jesús había sido aceptado por Jehová en los cielos, ellos podían descansar en el mérito de la obra hecha por él, seguros de que las promesas de Dios se habrían de hacer realidad a través de él, así como seguros del perdón de sus pecados y de su aceptación por el Padre.—Hechos:2,3.

Todos los que recibieron del Espíritu Santo y han entrado en el antitípico descanso de Dios no necesitan más guardar un séptimo día a la semana como guardaban los israelitas. Ellos por el contrario guardan y observan un perpetuó sábado o descanso del corazón y la mente, por medio de la fe en el Hijo de Dios.

Sin embargo, este no es el verdadero descanso. El gran sábado que le espera al pueblo de Dios vendrá al final de sus vidas, cuando culmine su derrotero en fidelidad. El descanso en la fe garantiza nuestra entrada en el sábado eterno. Su observancia requerirá no solo de obediencia sino también de confianza en Jesús. Solo así podremos andar tras sus pisadas. Nuestro reposo o confianza en él debe ser tal que nos permita ser vencedores y dignos de participar de la obra del milenio.

¡Qué maravilloso será participar en la gran obra que llevará a cabo el antitípico Moisés cuando libere a la humanidad de lo inicuo y pecaminoso, de la lacra del pecado y la muerte y entremos en su descano milenial!



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba