EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

El Futuro de Israel y del Mundo
Parte 2 de 2

“Por mí mismo he jurado, dice Jehová,… En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra”
— Génesis 22:16 y 18 —

EN LA PRIMERA PARTE de nuestra consideración de esta materia se han revisado diversos acontecimientos que han forjado la historia de Israel. Vimos que fueron predichas muchas de ellas en lenguaje profético por la Palabra de Dios, incluyendo el largo período de dispersión, el restablecimiento como nación en 1948 y la serie de acontecimientos que comenzaron en 1914 y que han llevado a este trascendental acontecimiento. En este artículo consideraremos un testimonio bíblico adicional sobre el futuro de Israel y su papel en el plan de Dios. También tendremos en cuenta la gloriosa esperanza para la humanidad entera, que es paz, seguridad y vida, prometidas a través del establecimiento de la gobernación justa del reino del Mesías. Continuemos, entonces, nuestro examen de este importante y oportuno tema.

SALVADO DE LA ESPADA

En el capítulo 38 de Ezequiel se presenta un esbozo de las condiciones que prevalecen en Israel, lo cual es todavía futuro. Se dice que el pueblo está en paz y con vivienda segura o, confiadamente, que ha sido “salvado de la espada” (vs. 8). Hoy Israel ha alcanzado gran parte de su posición actual en medio de enfrentamientos militares, y todavía depende de su fuerza militar para su seguridad en un mundo amenazado por la guerra.

La profecía de Ezequiel revela que en algún momento posterior al retorno de Israel a su patria un ejército agresivo del “norte”, bajo la dirección de un personaje simbólico denominado “Gog”, de la tierra de Magog, organiza un ataque contra los israelitas, que amenaza su destrucción. La profecía revela que cuando esto ocurra Dios intervendrá a favor de su pueblo para librarlos de sus enemigos. Esta liberación será tan marcada y tan manifiesta del Señor que resultará que su nombre será “conocido ante los ojos de muchas naciones.” —Ezequiel 38:2,14-23.

Por esta demostración de la protección de Dios sobre ellos, los israelitas se darán cuenta de que su regreso a la tierra prometida fue llevado a cabo por la providencia de Dios. El Señor predijo: “Y haré notorio mi santo nombre en medio de mi pueblo Israel.” (Eze. 39:7) De ahí en adelante los hijos de Israel buscarán la dirección de Dios en sus asuntos. El mundo en general también sabrá que Dios ha liberado a su pueblo y que el Mesías está gobernando sobre ellos.

EL NUEVO REY

Cuando el último rey de Israel, Sedequías, fue derrocado, el Señor dijo: “Depón la tiara, quita la corona; esto no será más así; será exaltado lo bajo y humillado lo alto. A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré.” (Eze. 21:26,27) “Aquel cuyo es el derecho” de Israel es el Mesías, el siguiente en sentarse en el trono de David tras el derrocamiento de Sedequías.

Isaías predijo el nacimiento del Mesías y su exaltación de regencia sobre Israel y sobre el mundo. “Un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.” —Isa. 9:6-7

Profetizando más acerca del Mesías, Isaías escribió: “Para justicia reinará un rey, y príncipes presidirán en juicio. Y habitará el juicio en el desierto y en el campo fértil morará la justicia. Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre. Y mi pueblo habitará en morada de paz, en habitaciones seguras y en recreos de reposo.” —Isa. 32:1,16-18

TODO ISRAEL

Nuestra comprensión de las futuras bendiciones que disfrutarán Israel y el mundo se quedaría corta comparada con la gloriosa realidad establecida en las Escrituras si esas bendiciones se limitaran a aquellos que vivieran en el momento en que el Mesías imponga su autoridad o a los que nacieran de ahí en adelante. Las promesas de Dios se hicieron a todo Israel, a cada generación de israelitas. Incluido en esas promesas está Theodor Herzl, así como sus miles de compañeros sionistas que esperaron y trabajaron por la restauración de Israel a su tierra, aunque estos ya estén durmiendo en la muerte.

A lo largo de cientos de años agotadores de la Dispersión hubo judíos fervorosos y temerosos de Dios que anhelaban y oraban por la liberación de Israel de su sumisión entre las naciones gentiles. El Muro Occidental, o de las Lamentaciones, en Jerusalén es un recordatorio vívido de la desesperación con la que los desconsolados israelitas han soportado sus frustraciones mientras esperaban la evidencia de que Dios aún les amaba y que a su debido tiempo les entregaría. Sin embargo, estos también, están ahora todos dormidos en la muerte.

La suerte de Israel, incluso antes de la Dispersión, no siempre fue feliz. Hubo momentos en que la nación gozaba de una medida de paz y prosperidad, pero otras veces fue purgada por la guerra y la opresión. Sin embargo, las promesas de Dios de las bendiciones mesiánicas fueron también a ellos, aunque murieran sin la evidencia de su cumplimiento.

Moisés dijo a los israelitas de su día: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis.” (Deut. 18:15) Esta es otra promesa de la venida del Mesías, pero aquellos a quienes se les hizo están muertos. Sin embargo, éstas y otras promesas mesiánicas se cumplirán en ellos y en todas las generaciones de los israelitas porque serán levantados de entre los muertos.

Hay muchas promesas que nos aseguran de ésta. En una oración al Dios de Israel, Moisés dijo tal como lo registró el salmista: “Vuelves al hombre hasta ser quebrantado. Y dices: convertíos, hijos de los hombres.” (Sal. 90:3) El Señor dijo al profeta Daniel que aquellos que “duermen en el polvo de la tierra serán despertados.” (Dan. 12:2) En Ezequiel 16:55 se les prometió la restauración a la vida de todos los israelitas, y la garantía de que a sus hijos se les despertará de la muerte se registra en el libro de Jeremías 31:15-17.

Con respecto al tiempo del reino del Mesías el profeta Isaías escribió: “Por tanto, Jehová, que redimió a Abraham, dice así a la casa de Jacob: no será ahora avergonzado Jacob, ni su rostro se pondrá pálido; porque verá a sus hijos, obra de mis manos en medio de ellos, que santificarán mi nombre; y santificarán al Santo de Jacob y temerán al Dios de Israel. Y los extraviados de espíritu aprenderán inteligencia y los murmuradores aprenderán doctrina.” —Isa. 29:22-24

Al igual que todos los miembros de la raza caída y agonizante, el rostro de Jacob se puso pálido por la enfermedad y la vejez, y finalmente murió. Según la profecía de Isaías, sin embargo, será vuelto a la vida y verá a sus “hijos” —a cada generación de ellos, hasta el momento actual. A continuación, su rostro no “se pondrá pálido”, pues se le ha prometido el tiempo de salud y de vida eterna, así como la paz y la seguridad para Jacob, sus descendientes y para todo el mundo de la humanidad.

LOS FUTUROS PRÍNCIPES DE ISRAEL

En otra profecía acerca del Mesías, Isaías predijo: “Para justicia reinará un rey, y príncipes presidirán en juicio.” (Isa. 32:1) El Salmista profetizó que los “padres” de Israel se convertirían en “príncipes en toda la tierra.” (Sal. 45:16) El Señor dijo: “Restauraré tus jueces como al principio, y tus consejeros como eran antes; entonces te llamarán Ciudad de justicia, Ciudad fiel.” —Isa 1:26

En esta última profecía se les recuerda a los israelitas los diversos modos en que Dios había gobernado sobre ellos. En primer lugar, bajo la dirección de Moisés hubo asistentes, sus “consejeros”; a continuación hubo un período de cuatrocientos cincuenta años durante los cuales fueron gobernados por jueces. Tras este vino la época de los reyes. David estableció su gobierno en Jerusalén, considerada como su capital. En el Gobierno Mesiánico habrá un equivalente de los consejeros y de los jueces, que representará al rey, el Mesías. En conjunto, estos vendrán en lo sucesivo a ayudar a Israel a ser llamada “Ciudad de justicia, Ciudad fiel.”

Aquellos que sirvan como “príncipes” de Israel, representando al Mesías, serán los antiguos fieles de cada generación que resultaron dignos de este alto nivel de confianza depositado en ellos. Entre estos, por supuesto, están sus ex dirigentes justos y profetas —sus “padres”. ¡Estos serán eminentemente calificados para representar al Mesías! Uno de estos fue el gran legislador, Moisés, que dio su vida en servicio al pueblo. Hubo también Daniel, quien, como hebreo cautivo en Babilonia, sirvió como primer ministro.

En el mensaje final de Daniel, el Señor le dijo: “Y tú irás hasta el fin y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días.” (Dan. 12:13) “El fin de los días” al que se hace referencia es el final del largo período de persecución del pueblo de Dios. La promesa es que Daniel será vuelto a la vida y, a continuación, se levantará, sin duda será uno de príncipes de Israel en el Gobierno Mesiánico.

El salmista profetizó: “Reinó Dios sobre las naciones; se sentó Dios sobre su santo trono. Los príncipes de los pueblos se reunieron como pueblo del Dios de Abraham; porque de Dios son los escudos de la tierra, Él es muy exaltado.” (Sal. 47:8-10) Podemos leer más sobre los “escudos” o protección del pueblo en el Reino Mesiánico: “No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte [reino]: porque la tierra está llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar.” —Isa. 11:9

“Acontecerá en aquel tiempo”, continúa Isaías, “que la raíz de Isaí [el Mesías], la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y su habitación será gloriosa. Y acontecerá en aquel día, que Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede en Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar y Hamat y en las costas del mar. Y levantará pendón de las naciones, y juntará a los desterrados de Israel, y reunirá a los dispersos de Judá de los cuatro confines de la tierra.” —Isa. 11:10-12

El número de israelitas ahora reunidos en la tierra que Dios les prometió es sólo una pequeña parte del total que el Señor eventualmente restaurará. De hecho, las Escrituras revelan que la gobernación del Mesías va a ser de mil años. Durante ese tiempo, incluso aquellos que están ahora cautivos de la muerte serán devueltos a la vida, tanto israelitas como gentiles. ¡Sin duda el futuro de Israel y del mundo es glorioso, tan brillante como las promesas de Dios!

LA CONFIRMACIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

Para los seguidores de Jesús el Nuevo Testamento es explicación y confirmación del Antiguo, los cinco primeros libros son la Torá de los judíos. En el Nuevo Testamento se presenta a Jesús como el Mesías de la promesa, el que fuera a sentarse sobre el trono de David. (Lucas 1:31-33). Después de morir como Redentor del mundo, se resucitó de entre los muertos por el poder divino, confirmando nuestra fe en todas las promesas de Dios de devolver la vida a los muertos. —Hechos 17:31

Básico para cada judío es la promesa que Dios hizo a Abrahán de que a través de su simiente serían bendecidas “todas las familias de la tierra.” (Gén. 12:3; 22:15-18) El Nuevo Testamento presenta a Jesús como la “simiente” prometida de la bendición. Pablo escribió: “A Abraham y a su simiente fueron hechas las promesas. No dice: y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: y a tu simiente, la cual es Cristo.” —Gal. 3:16

El Nuevo Testamento explica que Jesús, después de haber redimido al mundo por su muerte, fue resucitado de entre los muertos y exaltado a un plano de vida superior a la humana así, ahora, como los ángeles y como el gran Creador del universo, es invisible a ojos humanos. Por tanto él será el poderoso, pero invisible, gobernante del mundo. —Col. 1:15

Escribiendo a los discípulos de Cristo, Pablo dijo: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.” —Gal. 3:27-29

Esto significa, simplemente, que a los verdaderos y abnegados seguidores de Jesús se les recompensará con el privilegio de participar en su reino espiritual y, junto a él, tomar parte en la obra de bendecir a todas las familias de la tierra, como se había prometido a Abrahán. En la epístola a los Hebreos 3:1-6 el Apóstol Pablo explica que así como Moisés fue fiel a su “casa”, por tanto hay otra “casa” sobre la que Jesús es fiel, aquellos que se encuentran en la de Jesús son partícipes de un “llamamiento celestial”, es decir, a ser parte de la gobernación invisible de Dios.

En el capítulo 11 de Hebreos el Apóstol Pablo llama más atención a ambos grupos. Nombra a muchos de los antiguos fieles y expone algunas de las dificultades que sufren para ser dignos de una “mejor resurrección” (vs. 35) A ello añade que no serán “perfeccionados aparte de nosotros [de la casa espiritual].” (vs. 40) Así, mientras los antiguos siervos fieles de Dios primero probaban su valía y su devoción para servir en el Reino Mesiánico, deben esperar, en el sueño de la muerte, a la realización de la “simiente” espiritual de Abrahán, antes de ser levantados a la perfección de vida y comenzar su trabajo como “príncipes en toda la tierra.”

La “simiente” terrenal está constituida en su mayor parte por los descendientes naturales de Abrahán mientras que la espiritual se compone de judíos y gentiles. De hecho, esta oportunidad fue por primero exclusivamente para el pueblo de Israel, y después de rechazar a Jesús se extendió a otros.

El requisito principal y obligatorio para aquellos que sirven en cualquier capacidad en el Reino Mesiánico es devoción de corazón al Señor y fidelidad a los principios divinos de justicia, para lo cual estarían dispuestos a morir si se les pide. Esta era una característica de todos los que fueron dignos en la antigüedad. Es el caso de Jesús y de todos sus fieles seguidores.

ESTABLECIENDO EL REINO

Podemos entender claramente las enseñanzas de la Biblia sólo teniendo en cuenta, y creyendo, sus muchas promesas acerca de la resurrección de los muertos. Si nuestra fe es capaz de unirnos a estas promesas y de creer en ellas, entonces la Biblia tiene un mensaje de confianza y de consuelo para nosotros. Esto es particularmente cierto en lo que respecta a sus profecías relativas al establecimiento y a la obra del Reino Mesiánico.

Para que el reino pudiera llegar a ser una realidad, era necesario primero que Jesús resucitase de entre los muertos, puesto que va a ser el gobernante divino en ese reino. Entonces, como revela el Nuevo Testamento, aquellos que van a compartir con él la fase espiritual del reino también deben ser resucitados. En cada generación desde los días de Jesús hasta hoy algunos han demostrado su valía para tan alto honor. Sobre este grupo se lee: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección… serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años.” —Apoc. 20:6

Entonces, como ya hemos señalado, los beneméritos de la antigüedad, que serán los representantes humanos del divino Cristo, también necesitarán ser levantados de entre los muertos. Sobre éstos declaró Jesús: “Os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos.” (Mat. 8:11) Lucas añade a este pasaje “todos los profetas” y explica que la gente iba a llegar desde el norte, sur, este y oeste, a sentarse ante éstos como sus instructores “en el reino de Dios.” —Lucas 13:28-29

FUNCIONAMIENTO DEL REINO

Así serán las disposiciones del reino del Mesías, en el que él será el gobernante divinamente designado, el rey. La generación de los israelitas reunidos en su tierra que vivan cuando ocurra el gran milagro de la intervención divina para su protección y que reconozcan la soberanía de Cristo serán los primeros en recibir la oportunidad de bendición bajo el gobierno benéfico de los arreglos del Reino Mesiánico. Aquellos que muestren su lealtad al nuevo régimen cooperarán en la ampliación de sus bendiciones por su ejemplo en la obediencia.

Una profecía acerca de esto dice: “Y sucederá que como fuisteis maldición entre las naciones, oh casa de Judá y casa de Israel, así os salvaré y seréis bendición. No temáis, mas esfuércense vuestras manos. Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos; como pensé haceros mal cuando vuestros padres me provocaron a ira, dice Jehová de los ejércitos, y no me arrepentí, así al contrario he pensado hacer bien a Jerusalén y a la casa de Judá en estos días: no temáis. Estas son las cosas que habéis de hacer: hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad según verdad y lo conducente a la paz en vuestras puertas. Y ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis el juramento falso; porque todas estas son cosas que aborrezco, dice Jehová.” —Zac. 8:13-17

Los principios divinos de justicia establecidos aquí, que los Israelitas deben observar y obedecer a fin de recibir las bendiciones del Mesías, han de ser observados también por la gente de todas las naciones, para que también ellos puedan recibir las bendiciones del reino. Aquellos que sean bendecidos y, además, tengan el privilegio de colaborar en este gran proyecto de bendición que en última instancia se ampliará para incluir a “todas las familias de la tierra.”

A LA IMAGEN DE DIOS

Otra preciosa promesa del reino dice: “He aquí vienen días, dice Jehová, en los que haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto, porque ellos invalidaron mi pacto. … Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: daré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos su Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no se enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré su maldad, y no me acordaré más de su pecado.” —Jer. 31:31-34

Un elemento clave de esta profecía es la promesa de que Dios pondrá su ley en el “corazón” de su pueblo y de que escribirá en su “interior”. Creemos que esto describe la condición del hombre a la imagen de Dios. Fue así que Adán fue creado, y la promesa de Dios es que a través de los organismos del Reino Mesiánico el hombre va a ser restaurado a este estado de perfección y comunión con Dios.

Cuando fue creado, al hombre se le dio dominio sobre la tierra. (Gén. 1:27,28) Este dominio también va a ser restaurado. Jesús nos lo aseguró en una de sus parábolas. Él se muestra juzgando a todas las naciones, algunas demostrando caracteres de cabras, y otras, de ovejas. A éstas dijo: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.” —Mat. 25:34

Un estudio de esta parábola indica que la calificación de carácter necesaria para heredar el dominio original para el hombre será un desinteresado interés por los demás. El egoísmo ha sido una plaga de muerte para la humanidad a lo largo de todos los siglos de experiencia del hombre caído. Bajo los arreglos del Reino Mesiánico el amor sustituirá al egoísmo. Entonces el sentido pleno de la ley que Dios dio al antiguo Israel a través de Moisés será reconocido y aceptado como regla de vida de toda la humanidad. Moisés dio a la ley su verdadero significado al decir: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” —Deut. 6:5; Lev. 19:18

¡Qué glorioso lugar será la tierra con esa norma de justicia como principio rector en la vida de todos los ciudadanos, ya redimidos del pecado original y restaurados a la perfección de vida! En armonía con las normas de Dios, a aquellos que se niegan a obedecer, y después de darles tiempo suficiente para responder de forma positiva al Reino, no se les permitirá vivir, pues la muerte se mantendrá como pena por el pecado intencional. Esto significa que no habrá nada que estropee la felicidad de la raza restaurada. —Hechos 3:22-23

Mientras que muchas de las promesas del maravilloso Reino Mesiánico prometido se hicieron, en primera instancia, a los hijos de Israel, la Biblia nos asegura que también tendrán cumplimiento en las personas de todas las naciones, pues Israel fue utilizado por Dios como prototipo del mundo.

RESTITUCIÓN DE TODAS LAS COSAS

Todos los profetas de Dios fueron elocuentes en sus previsiones acerca de las bendiciones que tanto a judíos como a gentiles llegarían a través de los organismos del Reino del Mesías. En el Nuevo Testamento el Apóstol Pablo describe el período en que se cumplen estas profecías como “los tiempos de la restitución [restauración] de todas las cosas”, a lo que, añade “Dios ha hablado por la boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.” —Hechos 3:20-21

Cuando Pedro resumió el significado del testimonio profético de las bendiciones del Reino Mesiánico estaba dirigiéndose a una audiencia judía, así que agregó: “Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: en tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra.” (Hechos 3:25) Aquí Pedro explica que la promesa de Dios a Abrahán para bendecir a todas las familias de la tierra tiene que cumplirse por la “restitución” de todas las cosas. Sabemos que Dios confirmó su promesa al padre Abrahán por su juramento y Pedro nos dice que él también lo ha confirmado por el testimonio de todos sus santos profetas.

Restitución significa restauración a una condición anterior. El Léxico Griego de Thayer define la palabra que Pedro usó en este pasaje de Escritura como “restauración del estado perfecto antes de la caída”. Visto de esta manera, notamos que lo más importante que va a restaurarse para el pueblo es la vida. Puesto que habían violado la ley divina, nuestros primeros padres perdieron el privilegio de vivir para siempre y sus hijos nacieron imperfectos y moribundos. El pecado y la muerte han seguido desde entonces reinando sobre la tierra, causando pesares indecibles y sufrimiento entre los pueblos de todas las naciones.

El profeta David escribió de este largo período de sufrimiento humano y lo describió como una noche de llanto. Como profeta de Dios, sin embargo, David añadió la buena noticia de que “a la mañana vendrá la alegría.” (Sal. 30:5) En otras palabras, la plaga del pecado y de la muerte no permanecerá para siempre. Como Jesús dijo sobre el gran propósito de su venida a la tierra: “El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido” —la vida humana perfecta que Adán perdió a causa del pecado. (Lucas 19:10) Esta es la esencia del propósito del periodo de restitución del que habló Pedro.

Isaías, otro de los santos profetas de Dios, describe la edad futura de la restitución como un día en el que los habitantes del mundo no dirán más: “Estoy enfermo.” (Isa. 33:24) También escribió a continuación que los ojos ciegos serán abiertos y los oídos sordos se abrirán. (Isa. 35:5) Además, profetizó que el pueblo “edificará casas y morará en ellas; plantarán viñas y comerán su fruto.” —Isa. 65:21-22

Verdaderamente, es brillante el futuro de Israel y del mundo. La tierra será “llena del conocimiento de la gloria de Jehová.” (Hab. 2:14). No habrá más guerra ni miedo de guerras. Todo será económica y culturalmente seguro, simbolizado en la profecía de que todos se sentarán debajo de su “vid y de su higuera.” —Miquéas 4:1-4

El último y glorioso resultado de la guía de ese gobierno mundial será la paz entre Dios y el hombre, y entre los hombres entre sí, con las leyes justas del Creador respetadas y obedecidas por todos. El profeta David elocuentemente lo predijo: “La verdad brotará de la tierra y la justicia mirará desde los cielos. Jehová dará también el bien y nuestra tierra dará su fruto. La justicia irá delante de él y sus pasos nos pondrá por camino.” —Sal. 85:11-13



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba